Mismo cuento, 3 géneros - Josefina García Ryan
Policial:
Por la mañana del lunes, a eso de las 5:30 de la mañana, el policía Jones recibe una llamada que lo despierta de un golpe. Lo contactó su jefa, Celeste, que con urgencia le pidió que vaya de inmediato al cuartel de policía.
A los pocos minutos del llamado, Jones ya se encontraba impoluto en la puerta de la comisaría para ponerse manos a la obra. Ahí mismo, se encuentra con la jefa, lo cual la pone en tema acerca de lo que estaba sucediendo. En resumen, había un asesino por la ciudad que se estaba llevando muchas vidas, y que esa madrugada del lunes, ya había asesinado 5 familias enteras sin dejar rastro alguno.
Jones se dirigió a las 5 escenas de crimen. Se detuvo rincón por rincón, hasta dar con una pista común en todos los hogares. En cada casa por donde nuestro criminal aparecía, marcaba debajo de las camas, un dibujo que aparentaba ser una especie de anaconda. Estaba claro que esa era la marca registrada de nuestro criminal.
Pasaron las horas, y poco había sido el avance con respecto al caso, así que Celeste, le derivó una nueva tarea a Jones, ya que la veía sencilla y serviría sacarlo de la frustración de no haber avanzado. Se trataba de un llamado por ruidos molestos que provenían de un callejón, gritos y ladridos había sido la descripción.
Una vez allí, Jones escuchó los
ladridos y decidió entrar. Vio al perro del vecindario, creía que se llamaba
Ralph, no estaba seguro. Jones llamó al perro de manera amistosa para llevarlo a
salvo a su hogar, y cuando este se levantó hacia él, la vio. Ese dibujo de
anaconda que había visto en las 5 escenas de crimen de ese día, estaba en ese
mismísimo callejón, nuestro asesino estaba cerca.
Terror:
Era de noche, llovía, la ciudad
estaba vacía. Me estaba por dormir, pero tenía miedo, no quería volver a cerrar
los ojos, no podía. Por las noches, intentaba con todas mis fuerzas mantener
los ojos abiertos, pero el cansancio ganaba y ahí era cuando aparecía. Todas
las noches, sin falta, me recorría ese escalofrío por el cuerpo, de pies a
cabeza, lo sentía hasta dormida. Me levantaba llorando, transpirada, con
fuertes dolores de cabeza, todas las mañanas. Mi cuarto parecía un callejón
oscuro.
Traté como siempre seguir
despierta, pero a eso de las 3 de la madrugada, ya no resistí. Apagué la luz y
me tapé hasta arriba, otra vez no lo quería ver, pero su presencia se hacía
sentir de todas maneras. Había veces que confundía los sueños con la realidad,
o eso creía.
A los pocos minutos, apareció.
Todo su cuerpo, largo, verde, con un cascabel al final, apareció. Se acercaba,
cada vez estaba más cerca, y de un segundo a otro, ya no era parte de este
mundo.
Ciencia Ficción:
El laboratorio de la ciudad de Buenos Aires funcionaba las 24 horas del día. Había diferentes áreas de investigación que funcionaban a la perfección. Al final del pasillo del subsuelo, de la mano derecha, se encontraba, asilada de las demás áreas de investigación, la sala de “experimentos peligrosos”. Las cosas que se investigaban o descubrían allí, no salían de ese sitio.
Siempre existe una persona que le
gusta ir más allá de los límites para sentir más de cerca la adrenalina, y ese
puesto, lo ocupaba el científico Jaime. Este último, hace días estaba callado,
solo en su soledad, se lo veía sólo cuando entraba y salía de la sala del final
del pasillo. Pasaba más horas de lo normal que cualquier otro científico, algo
tramaba.
Esa mañana del lunes, salió de la
sala preocupado, ansioso, no paraba de caminar de un lado a otro, se comías las
uñas y parecía quererse arrancar los pelos. Uno de sus colegas, lo agarró, y lo
hizo sentar para que se tranquilice y así poder ayudarlo, sin embargo ya era
demasiado tarde. Al parecer a nuestro querido científico loco, le gustaba
experimentar con animales, y se le ocurrió ni más ni menos que intentarlo con
una anaconda. Para ese entonces, dejó de hablar él y continuaron los periodistas
en la televisión, que daban la noticia sobre una anaconda gigante estaba
llevando al fin a nuestra querida ciudad.
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