Cuento - Josefina García Ryan

 CONSIGNA: Anotar tres sueños (propios o ajenos). Elegir uno y escribir un cuento breve (puede ser de tipo fantástico)

Tres sueños:

1. Una anaconda gigante arrasa con la ciudad.

2. Me despierto en la ciudad y me doy cuenta que no hay más nadie. 

3. Similar al segundo sueño, pero todos están dormidos, siguen estando en la ciudad, sin embargo soy la única que está despierta.

Para el cuento elegí el primer sueño.

"Ralph, el salvador"

   La ciudad comenzaba a vaciarse, todos corrían, o más bien, huían de manera desesperada. Se oían gritos de terror, llantos llenos de angustia, una total desesperación la cual no dejaba lugar a la razón. Se venía hablando de esto, sólo que nunca lo creímos posible, sin embargo, en una cena normal con mi familia, medio en chiste y medio en serio, teníamos planeado un escondite. Solo por si acaso. La realidad es que lo dijimos entre risas, pero esas risas, muy en el fondo, escondían un cierto temor, quizás para ese entonces, no queríamos creerlo. 

   Entonces, un lunes 13 de enero pasaba la tragedia, por lo tanto con mi familia emprendimos el viaje a nuestro lugar seguro. Una vez arrancamos, mi hermano se percató que faltaba nuestro perro Ralph. Sabíamos que si volvíamos no tendríamos mucho tiempo para escapar, pero la realidad es que Ralph era también parte de la familia. Les dijimos a nuestros papás que se dirijan al escondite con nuestro hermano menor, y yo iba a acompañar a Jeremías, mi hermano. Agarramos otro auto de algún ciudadano desesperado que lo había abandonado con las llaves puestas, pusimos primera y arrancamos. El reloj corría y ya sentíamos la persecución. 

   Los edificios destrozados, las calles rotas y con el cielo gris, nos dirigimos al callejón al cual siempre se escondía Ralph. Allí estaba, acurrucado, inmóvil, con la cola entre las patas, pero en un segundo, nos vio, se paró firme  y comenzó a ladrar como el perro guardián que nos demostraba ser. Ladraba con fuerzas hacia la parte oscura del callejón, y la vimos. Sigilosa, desplazándose lentamente, sacando su pequeña lengua y moviendo su cascabel. Miles y miles de metros de longitud, con muchas vidas de nuestra querida ciudad dentro de ella.

   Puedo contar esto, gracias a Ralph, nuestro amado perro que resultó ser una buena distracción para huir. 

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